EL ADIOS A SERRAT PUEDE SER OTRO REGRESO A UN ROMANCE ETERNO

Aunque nada podamos hacer con el pasado, un programa de Radio Mitre sobre su despedida de los escenarios y enfocado en su vuelta en 1984, me hizo pensar en el valor de leer el tiempo transcurrido y de releer lo aprendido.

Cuando Serrat volvió en la efervescencia de la nueva democracia, luego de 10 años de censura, empezó a construir su renombre en ídolo, su imagen se transformó en ícono de una generación. Y el trovador en un emblema de la lucha por la libertad y la dignidad. 

Serrat actuará mañana de nuevo en el Kempes, porque «siempre regresó, siempre estuvo y siempre estará con nosotros».

Los años que sobrevinieron a la reinstauración de la Democracia en 1983 en Córdoba fueron de una efervescencia inusitada. Incluso algunas revistas que ofrecían desnudos en algunas páginas comparaban ese momento a los años del destape español postfranquista. Lo cierto y palpable que aquí esa tremenda efervescencia se expresaba en la militancia política, en la producción artística y en la cultura en general, tanto en los teatros, como en los bares, reductos partidarios y en la calle. Todo lo que se sembraba a nivel social, presaba y florecía con una fuerza llamativa en lo más variado de los niveles de la ciudad. Por eso también era muy frecuente y fácil ilusionarse, tanto en lo político como en lo artístico en ese contexto de renaciente creatividad. Imaginen entonces en tal ebullición lo que podría despertar la presencia de un artista de inmenso renombre, llamado a ser ídolo 10 atrás y que ahora regresaba tras una década de censura y prohibición en la que su obra no podía difundirse en la radio y en los medios, y sus discos apenas si circulaban de contrabando, o los vendía el dueño de alguna disquería a sus más acérrimos clientes. Y si a esta situación le sumamos que se trataba de Joan Manuel Serrat, un emblema de la lucha por la libertad, la democracia y la dignidad de las personas, su regreso estaba llamado a ser un suceso artístico y un fenómeno cultural. Y realmente daba para tanto y más.

Y a la luz de lo que ocurrió en todos esos años, la vuelta de Joan Manuel Serrat fue mucho más que un regreso. En esos años como signo de los tiempos, en casi todo había un plus de cosas. Y en el caso de Serrat , no sólo se trataba simplemente de un artista español en consagración preocupado por el destino de nuestro país, en cuyas canciones se reflejaban las vidas y anhelos de gente como nosotros, era eso y mucho más. Estaba su poesía, después sus canciones, luego sus declaraciones ante líderes políticos que lo definían en una línea de pensamiento, sus grandes reportajes en diarios y revistas con respuestas que retrataban sus convicciones y compromiso, y después sus gestos y acciones en lo social y humanista. Recuerdo que su gira nacional y su presencia en Córdoba, no sólo agendaba actuaciones en vivo. También incluía encuentros con colectivos sociales, entrevistas con figuras de la cultura y reuniones con organismos de DD HH. Incluso se sabe que en aquel momento, Serrat hizo concreto y efectivo su apoyo a organizaciones como los familiares de desaparecidos. Yo no me consideraba del palo de Joan Manuel Serrat en aquel momento, su regreso a Córdoba ya en democracia. Pero intuimos que no era la vuelta de un cantautor para ser ídolo. Lo que sucedía era el regreso de un trovador para construirse de ídolo a ícono de generaciones. Para transformarse de un sensible e inigualable trovador a emblema de la poesía y la lucha por la libertad, la democracia y la dignidad de las personas. Por eso había que estar allí, aún ingresando con un grabador sin pilas, con una credencial vencida o siendo cronista de una revista universitaria de la cual no había fondos para imprimir el próximo número.


En su espacio radial de Mitre , «Vivir para contarlo«, Julieta Fantini puso al aire su recopilación de testimonios de personas que abrazaron vida y obra de Joan Manuel Serrat, y que con esa incondicionalidad y amor por el artista, fueron parte de la construcción del mito, del valor icónico y emblemático de sus canciones y trayectoria, justamente desde esa gira que lo trajo en el 83 a CABA y en el 84 a Córdoba.

Entre los testimonios comprobamos la asociación de Serrat y su música a los momentos claves de la vida de las personas. Como si fuera la banda sonora de la película que enfoca los momentos perdurables de su existencia. Aparece, a partir de ello una especie de pasión que no se apagará jamás, como el caso de una mujer que al regresar del ejercicio de una beca en Alemania, descubre a su pareja y a las canciones del catalán como compañeros inseparables hasta la fecha de hoy y hacia el porvenir en la proyección de un hijo que también comulga el culto a Serrat.

Otro testimonio de Vivir para contarlo da cuenta de una relación con el ídolo nacida a finales de los años 60, que floreció con un encuentro casual con el cantante en el Uruguay y su actuación a mediados de los años 70, y que alcanzó la primera madurez a partir de su regreso en noviembre del 84 al entonces estadio Córdoba.

Ya para esos años, Serrat había dejado al mánager Capalbo, y tomó achicar Aisemberg, mánager de Les Luthiers como representante, con quien forjó una trayectoria icónica. Con el comunicador Miguel Apontes recordamos que en aquel noviembre del 84 Serrat mantuvo distintas reuniones con organizaciones sociales y de DDHH, y su apoyo no solo fue declarativo, sino también efectivo. Y me señala que entre tantos invitados a su concierto que surgieron de esas reuniones, el caso de Susana, esposa de un líder gremial desaparecido, el amor y reconocimiento aún perdura. Ella también no dejó de asistir a un concierto del catalán a la fecha.

Está claro que releer el pasado y el tiempo transcurrido tiene sus bondades. Tan claro como que en la música así como en la vida, así como lo expresan los testimonios y la propia Susana, el amor por las canciones de Joan Manuel Serrat siempre estuvo y estará vivo. Incluso el adiós, jamás dejará de ser un regreso.

Un pañuelo de zamba, un aire de chacarera, acarician ya la memoria por Juan Carlos Carabajal

Maestro, guía y mentor del folklore santiagueño, deja un legado inmenso de canciones. La tristeza por su fallecimiento, debiera dar paso a la celebración de una vida plena de creación arte, generosidad y amistad.

A Juan Carlos Carabajal podríamos definirlo como un artista del Renacimiento. Un modelo a seguir y celebridad de humildad, cuyas creaciones abarcaron múltiples disciplinas.

He pasado horas conversando con Juan Carlos Carabajal. A la manera de un monje tibetano recibiendo las lecciones de su maestro, caminando por el costado del río o bajo los árboles cruzando el puente, y como eso sucedía todo los meses de enero en la ciudad de Cosquín, por lo general también conversábamos en bares, restaurantes, peñas, en hall de los hoteles o en el patio de la casa de algún amigo. Siempre partíamos desde el folklore, para llegar a cuestiones que están muy claras en sus canciones como Las Coplas de la Vida:  «Recogeré mis coplas / del árbol de la vida / estarán bien maduras / cerca de mi partida». De allí que su fallecimiento, ocurrido el pasado viernes en Santiago del Estero, marque un momento de tristeza, pero quizá corresponda inaugurar un tiempo de celebración de su figura, de su trabajo y de su contribución a la cultura popular. Por que lejos de quedar un vacío, lo que su partida nos advierte es que queda una obra artística inmensa por descubrir y difundir, y la trayectoria de vida de un peregrino que recorrió los pueblos con su portafolio, su guitarra y un bagaje de sabiduría en canciones y en conversaciones que podrían iluminar cualquier alma. Juan Carlos jamás detuvo su marcha de cantor, autor, poeta, músico, periodista y docente rural. Tenía 79 años. 


La amistad que compartimos con Juan Carlos Carabajal era como navegar de noche por el río en una barca con lamparitas de colores. No íbamos lejos, pero era un viaje profundo en la madrugada, donde los grandes poetas y amigos que estaban a bordo, debatíamos sobre los cantores, sobre la música y como la vida se mezclaba con eso. A veces, esperábamos con ansiedad el momento de juntarnos, terminaba la programación de esa jornada del Festival de Cosquín, y de inmediato remontábamos el encuentro con esas ganas que tiene uno a veces de llegar a las estrellas. Siempre se sumaba una u otra celebridad folklórica, o un amigo entrañable, pero en cualquiera de los casos, la presencia humilde de Juan Carlos Carabajal conseguía notoriedad en la conversación a partir de sus expresiones. Y siempre éramos los últimos en bajarnos del barco.

En otras ocasiones, solíamos almorzar, y extender tertulias hasta bien entrada la tarde. En ese ambiente de folklore, sugerentemente evocativo, a veces yo renegaba de los excesos de morriña o nostalgia que dominaban los discursos y temas de conversación. No podemos hacer absolutamente nada con el pasado, le repetía. Sin embargo, Juan Carlos Carabajal solía tener una mirada más amistosa y fructífera respecto de lo ya acontecido. Argumentando acerca del valor y de las bondades de poder leer con claridad el tiempo transcurrido.

Si nos detenemos a considerar sus composiciones, caeremos en la cuenta de lo mucho que produjo, y su instinto para asociarse a músicos con los que encontró el sonido y las cadencias perfectas para sus creaciones. Peteco Carabajal, Horacio Banegas, Onofre Paz, Cuti, Cali y Carlos Carabajal, Miguel Simón, Néstor Garnica o Elpido Herrera. Temas interpretados por todos ellos, además de Los Nocheros, Suna Rocha, Chaqueño Palavecino y cientos de intérpretes populares. Autor incansable, la lista de sus obras es innumerable. Nunca dejó de escribir canciones, quizá una pulsión que aparece cuando caes en la cuenta de que tus creaciones han llegado mucho más allá de los discos, más allá de las guitarras, hasta alojarse en el corazón o en la memoria. Si escuchas temas como Romance del Río Dulce o Entra a mi hogar, verás que siempre hay en sus obras una fuerte idea del transcurrir de las cosas, una mirada sobre el paso del tiempo y de la relación que puede existir entre la finitud y la eternidad. Juan Carlos Carabajal llamaba a eso una firme búsqueda de lo trascendente. 

Anoche, durante su velatorio en la capital santiagueña, músicos e instrumentistas concurrieron a acompañar a los familiares y a interpretar las canciones de Juan Carlos Carabajal a la manera de una amable letanía. Un ritual hondo de exaltación simbólica y espiritual en el que participaron los folkloristas y deudos en plena comunión y plegaria, como lo mostraban las imágenes de un facebook live, y al que se sumaban saludos y rezos desde su Quimilí natal, y de todos los lugares a los que llegó su música. 

A Juan Carlos Carabajal se lo podría definir como un artista del Renacimiento. Porque sus éxitos, obras y legado cultural abarca distintos géneros y disciplinas. Fue un gurú de la canción folklórica argentina, un peregrino que ha recorrido pueblos de todo el país relevando historias y ofreciendo do su arte, poeta y escritor, desarrolló una encomiable tarea como periodista cultural en medios diarios y otros medios gráficos como su revista Santiago Guitarra y Copla, una de la pocas sobrevivientes a los años y a las crisis editoriales. Además de maestro rural, se desempeñó como hombre de radio, en la que sus programas recibieron reconocimientos como el premio Santa Clara de Asís o el Martín Fierro. A veces reparamos en celebridades que se destacan en una y otra disciplina, Juan Carlos Carabajal es un ejemplo a seguir como un creador renacentista, de los que no hay demasiados hoy en el país, cuya abra merezca ser difundida.

En tantos años de poder testimoniar su obra y se mensaje, creo apenas si una vez he publicado una entrevista en el diario La Voz del Interior a Juan Carlos Carabajal. «La trascendencia de una obra no vale la pena si se consigue con amiguismo» me decía apuntando a mi conciencia a través del ojo de la verdad. Sus letras siempre enfilaron en búsqueda del recto camino, evitando los atajos de la fama, de la banalidad y cualquier gesto de liviandad. Hoy, mientras aún es tiempo de despedida, un pañuelo de zamba y una brisa de chacarera ya hacen flotar en la memoria su legado. Mientras tanto, yo camino, y caminaremos siempre como escuchando sus canciones y sus enseñanzas al costado del río.

PIMPS OF JOYTIME HUELE A LA ATRACTIVA FRAGANCIA DEL FUNK

«Reachin´ Up» es el último álbum del grupo neoyorquino, y escucharlo es como ponerse el mejor perfume para parecer y sentirse mejor.

Estas contrariado por algo, existen miles de razones para fruncir el ceño… Sin embargo hay cosas que pueden aflojar la tensión. Hasta producir una sonrisa en tu cara y aflojar todos los músculos de tu cuerpo. Una de ellas es la posibilidad de escuchar el último sencillo de Pimps Of Joytime, un canción movediza que tiene los poderes para sacarte fuera del territorio del bajón. La última realización del grupo neoyorquino, «Reachin Up» es un ritmo para sentir en todos los momentos y a cualquier hora el día. O con un trajo en cualquier momento de la noche. Soporta todos las exigencias y requisitos del género, y constituye una vía de acceso al placer. Un groove basado en el funk más celebratorio y en un soul delicioso, que se puede escuchar y disfrutar como quien se «echa» un perfume frutado y caro para verse y parecer mejor.

Reachin´ Up es una vibración positiva, captura el corazón del alcaucil y al masticarlo produce esa sensación hipnótica de un bajo que envuelve a todos en el ritmo, junto a una batería que palpita muy cerca tuyo con los latidos de danza. Siguiendo con esa vinculación a los perfumes, esta composición tiene las mejores notas del almizcle, vainillas y pimientas de colores santos. Es una mezcla poderosas y festiva, y si fuéramos a graficarla sobre una tela, los colores del funk y del soul traspondrían sensiblemente los límites de cualquier dibujo y pintura. Es que la paleta de Pimps of Joytime abarca también el blues, el house, el rock y la percusión latina. Todo bajo la inspiración del pincel de Brian J. guitarrista y cantante procedente de California, que abandonó el sueño hippie de la costa oeste y en los primeros 2000 se instaló en Brooklyn, Nueva York, para desarrollar y encarnar este proyecto musical que lleva cinco álbumes y una conexión con el arte de Nueva Orleans.


Lanzados a la escena en 2004, los Pimps Of Joytime abordaron y protagonizaron diversas formaciones y configuraciones. Hoy se manifiestan con el liderazgo de Brian J en guitarra, teclados y voz, en sociedad con la cantante y percusionistas Carol C. Para el presente álbum la banda cuenta con un miembro de las primeras formaciones del grupo, el percusionista y cantante Chauncey Yearwood, cuyo registro no puede ser más apropiado al género, ofreciendo una tonalidad que se emparenta con la del legendario Steve Arrington. El grupo se completa con Ed Lee en bajo keys y Terrence Higgins en batería. Con ellos, Brian J, despliega mensajes de positividad y espiritualidad en torno a un ritmo que exhala y genera magnetismo. A todas luces es una expresión sutil, que una vez que se conecta con los destinatarios produce una relación cautivadora. Tanto en los ritmos de danza, como en el mecedor y tradicional reggae dub o en los estilos de la escena de Brooklyn cuyo lenguaje se remonta a los años 70.

Una rcorrida por el álbum nos lleva directamente al inicio con Lesson, un funk electrónico sostenido sobre un ritmo furioso de bajo que se funde una percusión latina. La voz juega con los coros, cruzados por ráfagas de guitarras que explota en un solo al estilo «jazzy» Costa Oeste. «Paradise» es un soul romantic hecho y derecho al estilo de las divas de los años 70 que interpreta Carol C, y Giving You My Heart, suena luminoso como una expresión certera del funk – disco made in Brooklyn y que flotando como un eco de los ritmos de Fear for Music de Talking Heads.

Reachin´Up comenzó a escribirse y componerse cuando Brian J decidió establecerse momentáneamente en Nueva Orleans antes de la Pandemia. Ante la situación de aislamiento que sobrevino trasladó todos sus equipos y desarrolló las ideas desde la humedad y calor sureño. En ese contexto, el artista abordó las canciones como una expresión de elevación. «Quise limpiar nuestro espíritu ante una situación terrible. Sentí que era necesario elevar el ánimo para alimentar una mejor respuesta espiritual. Algo así como esos ritmos que interpretaban las personas bailando alrededor del fuego para limpiar sus almas y cargarse de buenas vibraciones. Creí que necesitamos e una música que nos impulse a ser mejores, por eso limpié mis letras de toda negatividad e imágenes deprimentes». Eso es Reachin´Up.

DANI FRANCO REPRESENTA EL CUARTETO DE TODOS LOS TIEMPOS

Si lo ves tocar el acordeón en la banda de Carlitos Jiménez, en los bailes, por streaming, en el festival Lolapalooza, en el Obelisco porteño ante 120 mil personas o en la fiesta patronal de tu pueblo, sos testigo de la expresión de una leyenda en vivo de la música popular cordobesa.

Fundó el Cuarteto Berna (1967), Cuarteto Dany (1971), Sonora Dany (1981), graba con La Mona y preparan el concierto que realizarán en Ushuaia el 20 de junio. Mientras tanto, gira por toda Córdoba con Lorena Jiménez («Esta noche en Santiago Temple»). Un símbolo a toda orquesta

Daniel Franco escribió decenas de éxitos para el movimiento cuartetero. Hasta «La Pupera» que lleva tres millones de vistas en YouTube, desde «El tartamudo y el león», su primer hit en 1973, o «Te enseñaré a nadar», con la Sonora Dany en los 80.

Recuerdo que el 13 de Junio 1973, durante la Fiesta del Patrono del Pueblo, actuaba en el Club local el Cuarteto Dani, liderado por su fundador, Daniel Franco. Hoy, cinco décadas después, me encuentro instalado otra vez en el pueblo donde el próximo fin de semana, vuelve Daniel Franco a tocar en una de las celebraciones de la fiestas patronales en honor a San Antonio. Es una casualidad que esto vuelva a ocurrir. Porque el filósofo griego Heráclito tenía razón, «todo cambia y nadie se moja dos veces en el mismo río». Sí, así es. Supuestamente, la situación vuelve a repetirse. Pero todo es distinto. En aquella oportunidad Daniel Franco fue contratado porque era furor en las radios con su primer álbum Cuarteto Dany Volumen 1 -éxito con el cual se compró su primer auto-, 10 años más tarde formó la vanguardia cuartetera con su Sonora Dany. Y nuevamente una década después ingresó a la banda de Carlitos Jiménez para reunirse otra vez con su amigo con el que formaron el Cuarteto Berna en1967. Con La Mona compuso decenas de éxitos, actuó en escenarios multitudinarios como el Festival de Rock internacional Lolapalooza o conciertos como el que realizó noches atrás en el Obelisco porteño ante 120 mil personas. No obstante ese curriculum, que tranquilamente le otorga el rango de leyenda, el acordeonista sigue humildemente todas las semanas con shows en vivo, girando también con la cantante Lorena Jiménez por toda la provincia de Córdoba (agenda que esta noche los destaca en las patronales de Santiago Temple). Sin dudas, un músico con una vigencia a prueba de las balas del olvido y de cualquier óxido musical. Un milagro de fe y devoción por su destino de artista popular, pues el año pasado se restableció del Covid-19 que lo sometió a casi un mes en terapia intensiva. Heráclito sigue teniendo razón: «todo fluye».

«El espectáculo de Lorena Jiménez tiene una magia y es muy especial», me dice Daniel Franco. Es de alguna manera lo opuesto a lo que realiza en la orquesta de La Mona. «Es cuarteto característico, hecho con acordeón, violín, bajo y piano. La única percusión son el güiro y la pandereta -bromea-. Es como meternos en el túnel del tiempo y aparecer en los años 70 en el momento de mayor suceso del cuarteto esencial. La época en la que explotó y había más orquestas que clubes en toda la ciudad de Córdoba y en la provincia misma. Es una música muy emotiva, nostálgica y a la vez con la vibración del presente», dice el acordeonista respecto del espectáculo que ofrecerá el sábado, y que la semana pasada lo presentó en el teatro La Piojera el jueves, en Bialet Masse y en el ACV cordobés el viernes, y que el sábado mostrara en un festival precisamente por el Día del Cuarteto en plaza San Martín frente al Cabildo.

Cuando le pregunto sobre el repertorio que integra el show, Daniel Franco explica que «empezamos con un éxito de la discografía de Lorena, La gata bajo la lluvia, el temazo de Rocío Dúrcal que aquí lo hacemos como si fuera un foxtrot. Después se encadenan temas que fueron suceso en los 70 y canciones de La Mona como Goma de Mascar o Fugitivo y seguramente una versión de La Pupera.

La Pupera es un tema tuyo que tiene una historia muy particular. Jamás te habrás imaginado que llegaría a tres millones de vistas en YouTube con tantas versiones de grupos cordobeses, o que lo tocarían con suceso en festivales como el Lolapalooza ante más de cien mil personas…

-Imaginate la emoción. Pienso que es un gran reconocimiento para el género cuartetero que Carlos y la banda pudieran tocar en un festival internacional de rock y de otros estilos como ese. Y en cuento a La Pupera yo la compuse para un disco de La Mona del año 93. Fue muy bien recibida por el público, pero la taparon otros temas que tuvieron mayor suceso. Pero hace tres o cuatro año Carlos escuchó una versión de Los Caligaris y le encantó. Entonces me dijo si la podía arreglar de nuevo porque esa noche misma la quería volver a interpretar en el Sargento Cabral. Bueno, nos encontramos antes del baile con los muchachos de la orquesta, la ensayamos y explotó. Es extremadamente simple, compuesta en un registro tradicional, a la manera de un cuarteto furioso. En la actualidad hay versiones de la mayoría de los grupos de Córdoba. Un vez que la gente las abraza, las canciones tiene vida propia, y ya le pertenecen al público.

Daniel Franco no puede creer que llevemos más de dos años haciendo esta entrevista. Pero la trayectoria de vida y ritmo de este acordeonista, pianista, compositor, arreglador y productor musical de Córdoba, así lo demanda. Hablamos primero acerca de los detalles de grabación de sus álbumes, debatimos sobre la historia discográfica de los cuartetos para completar fragmentos y pasajes de mi libro «Mil Cuartetos que debes escuchar para entender la música de Córdoba», que se editará el año próximo. Después comenzamos a desandar la historia con su Cuarteto Dany que fue furor en los años 70. Pero, sin obviar la saga de hechos y acontecimientos que se suscitaron alrededor de la creación de su Cuarteto Berna a sus 11 años en 1967. Tampoco podíamos dejar pasar los años 80 cuando se lanzó con la Sonora Dany y protagonizó otra etapa de la música cordobesa. Y después, referirnos a los años 90 hasta la fecha, cuando Carlitos Mona Jiménez lo invitó a formar parte de su banda como el acordeonista del conjunto…

-Pero justo en ese momento, irrumpió la Pandemia de Covid-19 y el momento en que contrajiste la enfermedad, algo bastante difícil de superar…

-Estoy convencido que Dios me ofreció otra oportunidad. Estuve casi dos meses internados y más 20 días en terapia intensiva conectado a un respirador en coma inducido. Salí hecho una piltrafa. Incluso con una trombosis en una pierna. No podía subir las escaleras, tenía problemas para caminar. Incluso cuando volví el año pasado para un actuación junto a la escultura de Leonor Marzano en la peatonal de Córdoba, tuve que tocar sentado porque no aguantaba el peso del acordeón.

Daniel Franco se siente recuperado, puede cumplir con una agenda de 5 o 6 bailes de jueves a domingo tranquilamente, aunque «el domingo me gusta descansar. A esta edad lo necesito», dice el acordeonista que ese día aprovecha para ver partidos de fútbol en la cama. «Veo todo, todas las ligas, pero lo más importante es poder ver a Belgrano». Franco tuvo un pasaje como extremo en la sexta división de Gral. Paz Juniors. Anda bien, pero a veces llegaba con sueño. Es que a los 11 años debutó con el acordeón en el Juvenil Cuarteto Berna, y jueves o viernes actuaban en bailes en el interior o en los alrededores de la Córdoba ciudad. «Llegaba fundido el sábado para jugar. Me acuerdo el técnico le dijo a mi viejo que eligiera el fútbol o la música. Acá estamos».

La historia de Daniel Franco – en tiempo de la fundación del Cuarteto Berna- es una trama de película. Y tiene tres protagonistas. Bernardo Bebilacqua, su primo, aprendiz de pianista y futuro líder del grupo y uno de los altos referentes del cuarteto cordobés, su hermano Toto Franco, aprendiz de guitarrista, futuro bajista de Berna y socio artístico y conceptual de los proyectos musical con Dani, y el propio Daniel Franco, que comenzó a estudiar piano con el maestro Armando Piccone, pero luego se decidió por el acordeón, porque soñaba con tener una orquesta y dejar una marca en la música popular. No cabe dudas que lo logró.

La película del Cuarteto Berna se desarrollaba diariamente en el área de la Seccional Segunda. Más precisamente en calle Rincón, frente a la estación de servicio de Costanera y Alvear. Un lugar con historia, si lo hay. A media cuadra de allí, Ciriaco Ortiz, Edmundo Cartos, El Cabeza Colorada, y hasta Carlos Gardel en algunas oportunidades, se reunían en las primeras décadas del Siglo XX para fundar la serenata, el valsecito y el tango cordobés. A la vuelta de esa esquina, Daniel Franco, cuando volvía de estudiar y no tenía que ir a entrenar en Juniors, ingresaba con su hermano y su primo por el patio y de «contrabando», a la casa de su tía Rosita que tenía un piano, mientras ella cumplía su horario de trabajo en el Hospital Español como enfermera. Allí, el trío de Daniel Franco en acordeón, Bernardo Bebilacqua en el piano de Rosita y Tatito Franco en guitarra, ensayaban un repertorio de pasodobles, rancheras, foxtrots, cumbias y paseitos, que escuchaban por Radio, de grupos como La Leo y de otras «orquestas características».

«Hasta que la tía Rosita una tarde nos descubrió, nos echó de la casa -eran vecinos- y mi viejo dijo: vamos a comprarle un piano a Bernardo», recordó Daniel. Así, las familias Franco y Bebilacqua invirtieron en un ese loable instrumento de teclas blancas y negras, «continuamos los ensayos en mi casa», hasta que por los buenos oficios de la mismísima tía Rosita, una noche invitaron a don Miguel Gelfo y Señora. Compartieron un asadito, y después el trío Franco-Bebilacqua-Franco realizarón una prueba ante los fundadores del estilo cuarteto con una nota sobresaliente de parte de los máximos maestros del género. «Estos chicos ya están para tocar», dijeron cuando se miraron Gelfo y Leonor Marzano. Allí empezó un capítulo nuevo en la música cuartetera cordobesa.

Danil Franco apenas tenía 11 años cuando fundó el Juvenil Cuarteto Berna en 1967, una de las formaciones de música cordobesa más famosas en la historia del Cuarteto. Con esa banda abrieron nuevas perspectivas para el ritmo cuartetero en plena génesis. Sin embargo, en el umbral de ese suceso y a casi dos años de su creación, él y su hermano de un día para otro fueron empujados fuera de ese ascendente proyecto musical. Con Dante Franco y su primo Bernardo Bevilaqua, el trío había conseguido el padrinazgo de Miguel Gelfo para tocar en vivo en su galardonado espacio radial que lideraba con el Cuarteto Leo. Siempre como trío de acordeón, piano y bajo, semanas después coparon el Festival del éxito, todos los domingos en vivo por LV2, y hasta un espacio los viernes por la misma radio. Fueron poco menos que la sensación del momento, hasta que se vieron en la necesidad de incluir un cantor, nada menos que Carlitos Mona Jiménez, y el violinista más joven que pudieran encontrar para su aventura musical, Horacio Luna. Así, una actuación trajo la otra, y de pronto se vieron amenizando fiestas en salones y luego bailes en centro vecinales y clubes de la capital e interior. En 1969, cuando el conjunto tenía los kilómetros necesarios para entrar en un estudio de grabación, su tío y padre del pianista, Octavio Bevilacqua los bajó del colectivo una pocas cuadras antes de grabar el primer disco. A pesar del terrible mal trago, Daniel Franco no se quedó llorando en la vereda. Caminaron por la misma calle de la ilusión del principio y un año después estaban otra vez en el escenario con su hermano Totito. 

 Así llegaron a su primera grabación. «Cuarteto Dany. Volumen 1»se lanzó en 1973 con un éxito tremendo para una banda debut. Una de las razones es que contenía un hit que bien pudo ser número 1 en los rankings del cuarteto durante ese momento: la gaita El Tartamudo y el León. La segunda explicación al suceso fue todo el trabajo que hizo para poner a la orquesta en una ruta de tres años de labor musical. Armó el conjunto convenciendo a su antiguo profesor de música, el pianista Armando Piccone, quien a su vez recomendó al violinista Francisco Cavarra, sumando luego a Alfredo Ferreyra en los cantables. Por supuesto, su hermano Dante Franco, compinche y socio en la aventura musical desde los 7 años, en bajo. Si bien este cuarteto sonaba y sumaba nuevos bailarines y predicamento semana tras semana, la grabación del primer disco fue una cuestión de estado. A punto tal que se entabló una gran discusión que incluyó a su padre y manager de la orquesta, como así también a algunos instrumentistas. La discusión fue sanjada por uno de los dueños de la cadena discográfica más importante de la ciudad, Feria Musical, que como muchas disqueras en el mundo, financió la producción y la grabación del disco a través del sello Parnaso Record. 

El álbum, como su repertorio, alistó a otros músicos. A través de los buenos oficios del amigo Pato Lugones, llegaron desde el Cuarteto Leo, su violinista Yamil Iza y el pianista Oscar Malé. Además, incorporaron un nuevo cantante que se afianzaría por décadas en el cuarteto cordobés: Roberto Rama. Este vocalista provenía de una orquesta suburbana, el Cuarteto de Robertito Alegre, cuya carrera se truncó en un accidente del cual Rama fue un sobreviviente. El destino marcó que su expresión se proyectara en el tiempo y fuera un toque de distinción para el Cuarteto Dany. 

El disco significaba más que un sueño dorado. Daniel Franco había aprendido el cuarteto escuchando a admirando a La Leo, y ahora se encontraba compartiendo la autoría de temas con Gelfo y Leonor Marzano, y escribiendo o arreglando la totalidad del álbum con su violinista. De allí que el clima y los ritmos que prevalecen en la mitad el álbum es de la onda Leo en su transición de los 60 a los 70. Más aún con la presencia del pianista Oscar Malé que le imprime una tenacidad (por la velocidad) en el ritmo. No obstante hay una impronta que acuñaron en la génesis del Cuarteto Berna. Y elementos propios de Dany y Dante Franco, que luego se plasmarán en su segundo álbum y que resultará como uno de los más interesantes repertorios grabados en la década.

El disco abre con una respuesta muy osada al mega éxito del Cuarteto Berna del año anterior, «Qué te pasa corazón», publicado como Hoy te veo desinflado y que vendió más de 220 mil unidades. Dany inicia al álbum con Estoy fuerte como nunca, un estilo guarazón en la que la letra afirma que su corazón explota de amor y optimismo y va por más, como una expresión de ironía hacia el conjunto que habían fundado y del que fueron echados por avaricia y egoísmo de su propietario. Esta composición también irrumpe con acordes de violín que pone una marca a la placa. Aunque rápidamente el desempeño de Daniel Franco con la acordeón es definitoria.

El disco condensa momentos de pura tradición y composiciones que zafan del esquema clásico forjado en los 60. En sus letras esbozan un estilo narrativo tomado del costumbrismo, que se potenciará en el álbum siguiente. Pero en su desarrollo gira atravesado por distintos momentos que reflejan un toco de situaciones que le dieron lugar a la grabación. Incluso la anécdota sobre el momento en que llegan al estudio después de viajar toda la noche en colectivo hacia Buenos Aires, y notan que se habían dejado las partituras en casa en Córdoba. Un primo de Daniel Franco corrió hasta el aeropuerto de «Pajas Blancas» con el maletín repletos de arreglos y las partes de los instrumentistas, para encontrar alguna persona que lo llevara hasta a Aeroparque. Parece que alcanzó a dos personas antes de embarcar. Una era el cómico José Pepitito Marrone, y la otra un sacerdote. Finalmente ese joven obispo vestido de pantalón y saco negros, fue quien les alcanzó el maletín con la música escrita. Los músicos tomaron con simpatía y risas el momento, y disfrutaron del milagro de no perder el turno de grabación de su bautismo discográfico. 

A pesar de lo accidentado de la grabación, el disco es un verdadero reflejo de su tiempo. En el tema dos, la gaita Ven Negrita a Bailar dice «…mueve tu cintura, mueve tus caderas… daremos un paso, y daremos otro / y una media vuelta nos hará gozar / … con tu minifalda y tus botas blancas…» para describir el look de las bailarinas y ser eco de un modo de bailar que dejaba atrás definitivamente el estilo de danza del cuarteto característico. y de la tradición del pasodoble abrazados con una mano en alto y la otra por la cintura. En el guarazón El régimen de Juanita nos cronican que el furor por perder peso y abusar de los medicamentos ya era costumbre en los 70, mientras que en la gaita La Moda del Choripán, imponen tonada cordobesa a la partida de nacimiento del choripán. 

Apegados a Leo y a su propia historia, el disco ofrece una cumbia, Al verte partir, romántica y dramática (al estilo Leo); una ranchera, la versión de la pieza de Canaro, Dónde hay un mango (al estilo Leo), unfoxtrot, Canta el Corazón, que lo estrenara Rolán con Don Chicho y un pasodoble, Tu carita Angelical, al estilo Leo también. Pero, en todas esas versiones Daniel Franco establece constantes diálogos con el violín y con el cantante, y para eso cambia de recursos, yendo del toque Gelfo, al toque Ildo Patriarca o tomando elementos del toque Oreste Rossotto

Pero no solo de diálogos instrumentales están hechas las potentes versiones de los 70. El acordeón de Franco pasa de la conversación a la conferencia, y al cabo de varios temas se puede disfrutar diversidad de estilos y técnicas a las que echa mano, para tirar hacia adelante el carro del ritmo, el color, el brillo y el baile. Todavía, 49 años después, esas cualidades pueden comprobarse en temas como La Almohada que yo tengo; en la versión de Celia, de Leo Dan y, especialmente, en El Calvo de Casimiro, un guarazón que hubieran pagado el propio Berna o el Cuarteto de Oro para grabarlos ellos. Con este repertorio y el sueño cumplido de su primer disco, Daniel Franco y el Cuarteto Dany no sólo que cierran una etapa personal, sino que también ayudan a abrir aquel otro tiempo de oro para el cuarteto, con el acordeón como espada de la música cordobesa de su época.

Me detuve a detallar el Volumen 1 del Cuarteto Dani, porque su producción, su génesis, el carácter del reportorio, la elección de los ritmos, es una muestra de los cientos de discos de cuartetos que se editaron en los años 70. El grupo de Daniel Franco editó dos álbumes más, hasta que su éxito se fue apagando, de la misma forma que el movimiento fue perdiendo fulgor después de 1976 cuando el gobierno militar comenzó a ejercer control y prohibiciones en la actividad musical. En la década de los 80 la situación se fue modificando. Arriba y debajo del escenario. Por sugerencia y apoyo del propio Carlitos Jiménez, Daniel Franco -como se dice hoy en la industria- se reconfiguró, se reconvirtió. A su vieja formación característica y tradicional, le agregó teclados, sintetizadores, una sección de bronces, percusión, y un repertorio totalmente diverso con nuevos cantantes. Había creado la Sonora Dany, en una clave de las grandes bandas de Chile, Perú o de otros países sudamericanos, con una sonoridad abierta a lo latino. Con esa formación marcó un momento en la escena cordobesa y en varios circuitos del país. Editó el suceso «Llegó la Banda», en 1983; además de otro álbum exitoso como «Te enseñaré a Nadar», en 1985, y «Sonorísima», de 1988, entre más de ocho álbumes y otras producciones grabadas por la banda..

Los demás, o lo que vino partir de los años 90, cuando cierran el proyecto de la Sonora Dany y Franco se integra como acordeonista a la banda de Carlitos Jiménez es historia contemporánea. Capítulos de su vida musical que ya llevan más de 30 años en la orquesta de La Mona. «El sonido del acordeón no se puede reemplazar, no sólo que ofrece el color definitivo de la música de cuarteto respecto de su identidad, sino que además su estructura artesanal y casi irrepetible como instrumento la vuelven original y esencial para nuestro género popular cordobés», dice que Daniel Franco. Desde ese lugar en la música, sigue sonando de manera interminable. Quizá una metáfora de esa eternidad del acordeón dentro del cuarteto, sea el concierto que en la banda de la Mona Jiménez realizarán el 20 de junio en el concierto de la noche más larga de la ciudad más austral del mundo, Usuahía. Como decía, la vida es el el cambio. Todo fluye…

«ATAHUALPA YOU FUNKY» EN VUELO Y PERSIGUIENDO EL VIENTO

Ica Novo marchó ayer a la eternidad. Cuando se radicó en Córdoba en los 80, sentí que había llegado del futuro. Porque su música, aunque basada en la tradición, siempre sonó como lo que vendrá.

Peregrino y profeta en su tierra. Por décadas difundió noche a noche su credo musical folklórico, que no dejó de forjar aun cuando su ciudad le dio la espalda. Su convicción y el tiempo le dieron la razón.

Se dice que su intransigencia y postura contra la industria frenó el triunfo de su obra. Yo afirmo que su actitud contracultural nutrió su fe en el folklore y su ética musical que la juventud apoyó en danza hacia su consagración.

Aunque sus obras se convirtieron en las más interpretadas en los festivales folklóricos del país, aún queda pendiente un mundo de nueva música popular de Córdoba que Ica Novo pensó, imaginó, escribió e interpretó a través de varias décadas atrás. Siento que cuando Ica se establecía en Córdoba, allá por los años 80 momento cuando lo conocí, era un folklorista que había venido del futuro. Hacía música basada en lo más puro de nuestra tradición, pero siempre tocaba y sonaba como lo que vendrá. Hoy Atahualpa You Funky -tal como lo nombraba yo a Ricardo Novo- marcha hacia la eternidad. A los 70 años es muy probable que se fuera como un niño persiguiendo el viento -tal cual reza una de sus más bellas melodías. En realidad, pienso que ahora en pleno vuelo está elevándose hacia aquella estrella que alumbra allá adelante. De donde también viene su música, desde el más allá.

Conocí a Ica Novo, quiero decir, lo escuché por primera vez en un bar artístico literario muy al estilo de la ciudad en esa época, que funcionaba en la calle Olmos una cuadra y media antes del río. Creo que el boliche se había fundado allá por el 83-84, en oportunidad de los primeros Festivales Internacionales de Teatro, por lo que ofrecía un contexto más apropiado al estilo que el cantautor pretendía imponer. Su repertorio era a todas luces novedoso para la escena cordobesa. Y la clientela del bar integrada por actores, escritores, público de teatro y cine, periodistas, iluminadores, productores, amantes de la música nativa de paladar fino y miembros de la bohemia local, prestaba atención al músico recién llegado de España.

En ese momento la ciudad de Córdoba transcurría los primeros años de la democracia, después de la cruenta noche de los años de plomo. Se respiraba un ambiente de libertad, pero mucho más de ebullición, de apertura y de búsquedas hacia lo nuevo en rock, en el jazz, en lo teatral, en la literatura y hacia todo lo artístico y político en general. Recuerdo que lo primero que me llamó la atención fue su versión de El Seclanteño. Todavía sus versiones de aquella vidala de Ariel Petrocelli me parecen candentes, como recién compuesta. Es que su inmersión en el impulso originario del tema le otorga más elementos por descubrir. Ica Novo la versionaba tomando los silencios y sus compases para conferenciar con la guitarra, y luego de remarcar cada frase como inmerso en un ritual ancestral, su voz ascendía para colmar precipicios e inmensidades. Su falsete se adentraba en toda la altitud de los cerros y desde allí volvía en picada como un águila hacia el interior de su guitarra para retomar entre el público la ceremonia de su interpretación.

En la primera reunión que mantuvimos en el bar Las Musas frente al teatro del Libertador, yo llevaba una consigna: solicitarle una opinión sobre el Tushka Trío, un terceto tucumano comandado por Rubén Lobo -ex baterista del grupo de Mercedes Sosa- de quien apareció un LP en el año 1973 en la discoteca de mi Viejo, y del cual solía escuchar versiones de otro planeta de Balderrama realizada en aquel tiempo con guitarra eléctrica, bajo y batería. Obviamente que ese interés mío fue el San Benito por el cual ingresamos a la cosmovisión musical de Ica Novo profesada y celebrada en España junto a músicos como Chago Farías Gómez o Peteco Carabajal. Luego la conversación pasó por Miles Davis, fue y volvió a través de Piazzolla, Troilo, Hermeto Pascoal, Los Andariegos, Los Nocheros de Anta, Wheater Report, Jaco Pastorius o Los Pacheco. Dentro de ese universo mágicamente abarcable de estilos, le señalé que además de su amor por la tradición musical folklórica argentina -su basamento de vida-, y la inclusión de elementos de jazz, del blues y del rock, había cuestiones de la Música Popular Brasileña que habitaban amablemente en sus creaciones. Por ejemplo, en una de sus más dulces composiciones: Persiguiendo el Viento. La respuesta no solo que la expuso como concepto. En poco tiempo se dispuso en los escenarios: los Músicos Populares Argentinos.

Pero si bien los ochenta representaron un tiempo de cambio y apertura, no fue fácil para Ica Novo imponer de manera categórica su propuesta. En cada tema suyo había acordes, sonoridades, giros, disonancias, ritmos, influencias españolas, africanas y mucha diversidad por descubrir, y más aun, no había discos suyos sonando en la radio para instalarse en los oídos masivos del momento. Sin dudas su carácter intransigente hacia la industria de la música, y los tiempos en los que él manejaba las riendas de su destino musical gobernado por una nocturnal bohemia y una clara postura anti mercado, retrasaron el éxito. Asimismo, hubo que esperar a que la canción militante, la poesía urgente, agotaran su expresión en el momento de su furor -como ocurrió por ejemplo con César Isella o el mismo Víctor Heredia que llenaban estadios-, para que se conociera masivamente ese otro cancionero popular folklórico más trabajado en lo musical y más abierto en lo estético.

A finales de los 80, Ica Novo había llevado su repertorio a cuánto rincón posible se pudiera iluminar con sus canciones. Desde la peña de Chito Zeballos, hasta La Nueva Trova de Tito Acevedo, pasando por El Carrillón, la pulepería de calle Dumesnil, el legendario Tonos y Toneles, Ojalá, y tantos otros lugares en los que el canto popular de la ciudad estableció sus defensas. A la vez, mantenía conversaciones y relaciones artísticas y creativas con músicos como Peteco Carabajal, Chango Farías Gómez, Raúl Carnota, Jacinto Piedra, Suna Rocha, Alfredo Abalos, por nombrar algunos. Fue precisamente ese repertorio en desarrollo y crecimiento lo que motivó la fundación de un Festival de Chacareras (que ideamos y produjimos junto con Alejandro Mareco y Antonio Novo) en 1989. Bautizado como El Chacarerazo, la primera y segunda edición del encuentro representaron un multitudinario testimonio en el proceso de instauración de un estilo musical que atravesó los 90 y ofreció el contexto para la futura consagración de la obra de Ica Novo.

En 1992 llegó finalmente su Consagración en el Festival de Cosquín. Un triunfo después de mil batallas. Luego de dos décadas de hacer música desde la total independencia. De pregonar en el desierto, Ica Novo fue peregrino y profeta en su tierra, dejando atrás el hecho de que su propia ciudad le dio la espalda en varias oportunidades. Muchos asociaron esos reveses a su cosmovisión vinculada a lo contracultural y juvenil. Personalmente creo que es muy banal analizar la carrera de Ica Novo desde esa perspectiva. Ese comportamiento podría explicar la llegada tarde a un entrevista, a una conferencia de prensa. Pero creo que mirarlo de esa manera es hacer foco en la foto y no en la película. Pienso que esa profunda adhesión a lo contracultural y juvenil representó una postura vital y metafísica que nutrió a Ica Novo para vivenciar y fortalecer su fe en el folklore. Un folklore argentino que para aquellas décadas de los 70 y 80, estaba intoxicado de patrioterismo, y padecía una suerte de endemia fascista. La consagración de su música y de las canciones desde el propio Cosquín demuestra que la verdad venía por otro lado. Pero también debemos reconocer que Ica Novo necesitó de sembrar los campos y las peñas por mucho tiempo, formar y trabajar sobre una inmensa fundación de juventud que desde la danza acompañó y agitó con pañuelos la nueva ola de su obra musical.

Desde esta tesitura, es posible afirmar que la obra de Ica Novo en los últimos noventa y en los primeros años del presente siglo no sólo que explotó para bien el artista. También fue clave para apalancar una nueva expresión folklórica sobre los escenarios y a nivel simbólico. El folklore, como legado, patrimonio y recurso artístico y de desarrollo cultural, tiene fundamentalmente un componente inmaterial, su simbología. Y todo esa corriente de innovación en la música de origen nativa a la que Ica Novo fortaleció, ayudo hasta resignificar la ropa, los trajes y el vestuario folklórico. A repensar la industria de la música y a poner a cientos o miles de músicos e instrumentistas en el mapa nacional.

No me caben dudas que si una empresa discográfica multinacional hubiera tomado a Ica Novo como su artista en los años 80, lo hubiera desarrollado más allá de las fronteras. Y es muy posible que su carrera hubiera virado con suceso por distintos países y a través de un repertorio más ecléctico para audiencias diferentes. Sin embargo tomó otro camino, contracultural, juvenil, en ocasiones muy de los sesenta. Pero eso es lo que con el tiempo le dio mayor autenticidad, autoridad para hablar desde un lugar de integridad. También para forjar una mirada musical basada en los valores del folklore, en una música bien tocada -por eso se rodeó de los mejores instrumentistas e incluso creo una academia de música- y finalmente arraigada en la ética de un trovador que dice cosas genuinas. Todo eso lo eligió hacer desde la comunidad, desde el territorio.

En las primera entrevistas que hicimos con Ica Novo me mostró la maqueta de una composición en la que estaba trabajando, muy sofisticada y en la línea de la Chacarera porteña, con cambios de ritmos, disonancias, acordes extendidos, distintas líneas de ritmos. Le pregunté con qué nombre la llamaría. Me respondió que le iba a llamar «Atahuala you funky, porque el folklore tiene que abrir la cabeza». Vaya que si logró que el folklore deje de discutirle sus ideas y aceptar sus canciones, que a la postre una de ellas fue grabada por más de 60 artistas diferentes. Después de aquella conversación, para mí el propio Ica Novo pasó a ser un nuevo Atahualpa You Funky. Creando decenas de composiciones como estrellas que iluminan y guían el firmamento de la música nacional. Un nuevo Don Ata, que habla a través de sus canciones que graban otros, que son de todos y que serán eternas como el viento.

KAMASI WASHINGTON PROPONE UN JAZZ PARA UNA NUEVA ERA

El saxofonista vuelve en junio a la Argentina, conduciendo una música cruzada de estilos y caminos que suena tan épica, política como espiritual.

Ritmos o polirritmia de funk avasallante. Integración de un soul de fuego, conmovedor. Estructuras de jazz compactas y vinculadas profundamente con la historia. Toque rockero y modos tomados del hip hop. Alta expresión del revival de los 70… Kamasi Washington, el saxofonista californiano, ha reunido todos esos y otros tantos elementos que podrían abrumar a un estudioso del minimalismo musical y a cualquier oyente común. Pero su habilidoso manejo de la creación y de la producción lo ha catapultado a un firmamento estrellado de éxito. Un impacto que no es habitual para un músico de jazz. Por supuesto que hay decenas de teorías que tratan de explicar por qué este artista de Los Ángeles ha conseguido casi el status de celebridad musical mundial viniendo del jazz. Creo que su inteligencia e ingenio para mezclar géneros, para situar su crossover con oportunismo en un tiempo que le da amplio contexto a su música, es el basamento de su alta figuración. Pero todas las explicaciones y por supuesto mi postura, se respaldan en algo común. La irrupción con su álbum The Epic en 2015.

Ese disco condensa todo lo descripto en ese párrafo inicial. Y se manifiesta a través de toda su discografía en estos siete años al presente, incluyendo su reciente obra single The Garden Path, lanzada en febrero durante el programa de televisión de Jimmy Fallon. Toda esa obra es un desarrollo expresionista e impresionista a la vez, de un estilo basada en el jazz y G-funk para generar dos estados elevados de la música: tensión y liberación.

La música de Kamasi Whasington es todo ese magnífico crossover de estilos pero también es más que eso. Su creatividad permite admirar una dimensión espiritual en su repertorio, además de otro factor decisivo en su propuesta, la dimensión política de su jazz. Su primer álbum The Epic aparece con todo el oportunismo del mundo para catalizar la creciente agitación racial en USA, y desde temas como el que abre el álbum, el monumental Change of the Guard, plantear una trascendencia distinta en lo que debiera ser una nueva era para el espíritu y la necesidad imperiosa de garantías para todos los derechos civiles.

Su perspectiva inclusiva en la consideración social también se extiende a su propia gestión musical, pues para la lista de temas del primer álbum, además de su banda de una docena de calificados instrumentistas, se suma una orquesta de cuerdas y más de una decenas de coreutas. Con todo ese presupuesto sónico el saxofonista de Los Ángeles concibe y expresa «Change…» como un triunfo de la inspiración, un esfuerzo titánico parecido a trasladar una pirámide de Egipto a California, y un lujo de sonido funk-jazz que suena como de película.

Si claro, porque escuchar los discos de Kamasi Washington nos hacen sentir que somos los actores o que estamos viviendo la historia en una serie de televisión. Una serie o un filme ambientados en los años 70. Por ejemplo, Los Aventureros, Kojak o Baretta. Su música a veces transcurre sobre un friso cinematográfico imperial. Triunfal. Con ese fondo las interpretaciones son tan estelares, cósmicas, como terenales y materiales. Son musculosas y físicas que llevan las pulsaciones de la nada a 100. Y Change of the Guard sintetiza todo esa tensión entre lo intimista y lo extremista. Las formas del jazz de los 70 en compas de 2 yendo y viniendo con cambios de ritmos hacia el funk demoledor comandado por el contrabajo de Miles Mosley. En medio de esa catarata o vendaval de música se hace lugar el pianista Cameron Graves para un solo inspirado y propio de los trío acústicos de jazz. Obviamente que esa secuencia explota una y mil veces para que ingresen otros instrumentos para la discusión como el trombonista Ryan Porter o el tecladista Brandon Coleman, hasta Kamasi Washington conduce la corriente en lo más álgida de su expresión hacia un territorio de cierta paz y suave armonía.

También se puede explicar la música de Kamasi Washington como la conexión con el jazz expansivo de los 70, en el momento en que Miles Davis ya había electrificado su expresión y lanzaba discos como Bitches Brew, las experiencias electrónicas de Herbie Hancock desde Head Hunters a Sunlight, incluso los planteos de Joe Zawinul con Weather Report. Por esos años se inauguraban una era de conciertos multitudinario y el jazz para sobrevivir debería sonar para grandes audiencias, como hoy lo hace el saxofonista californiano alrededor del mundo. Pero en esa amplificada y potente exteriorizaciones de emociones e ideas que expone su música, también se debaten conceptos y valores como la libertad y la espiritualidad. Aquí estamos definiendo la música de Kamasi Washington como la conexión jazzera con la religiosidad y el misticismo de John Coltrane. Por supuesto que quiero poner a Kamasi en el lugar de Trane. Pero esa nota devocional, la libertad espiritual que se respira durante sus interpretaciones, o su adscripción a Black Lives Matter, demanda para quien escucha a Kamasi Washington una sensibilidad muy similar a la que requiere la música de John Coltrane. No podría comparar o establecer paralelismo con los contextos de los últimos años 60 en los que Coltrane fue un factor decisivo en la música, con el ambiente actual que sostiene el desarrollo de Kamasi Washington. Aunque las demandas raciales, los derechos civiles y las relaciones políticas con los social siguen allí esperando.

Todo lo escrito en el anterior párrafo me parece que es puesto de manifiesto de manera brillante en el tema Can You Hear Him, de su segundo disco Heaven and Earth. Ese tema expresa también de una manera más acabada que su equivalente del disco anterior, el tema Askim, cuestiones que tienen lugar en la tierra, en la realidad, frente a las sensaciones e imaginarios que tiene lugar en la interioridad.

Kamasi Washington ha grabado en su segundo álbum una versión corregida y aumentada de Fists of Fury, el tema central de la banda de sonido del filme de Bruce Lee de 1972. En sus líneas de voz, la versión agregó el texto «Nuestro tiempo como víctimas ha terminado /Ya no pediremos justicia / En su lugar, tomaremos nuestra retribución», que entona la cantante Patrice Quienn. Además, escribió, interpretó y produjo la música del documental Becoming, sobre Michelle Obama, editó un EP titulado Harmony off Difference, y trabaja en colaboración constante con referentes del nuevo jazz como Robert Glasper, Thundercat, Terrace Martin y Flaying Lotus. El 2 de Junio regresará a Buenos para actuar -luego de su debut porteño en el festival Lollapalooza 2019. El evento producido por DF Entertainment y presentado por Flow, tendrá lugar en el Complejo Art Media, ubicado en Av. Corrientes 6271 de la capital porteña. Las entradas están a la venta a través de All Access desde los 5.500 pesos, más cargos de servicio. Los clientes de Club Personal pueden acceder a un 15% de descuento.

De toda una literatura ya escrita sobre Kamasi Washington, he rescatado una declaración del músico hace unos años antes de iniciar una gira por España. En aquella oportunidad el saxofonista dijo que no hay un sólo mensaje en mi música, Algunas canciones tratan sobre videojuegos o dibujos animados, ¿y por qué no iba a hacerlo? Otras hablan de libertad, amor, de las ideas del tiempo, de Dios. Son cosas que me inspiran, aunque, sobre todo, deseo entender el amor. Todas las canciones son expresiones de quién soy, de mis experiencias, de lo que hago y de lo que me interesa».

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CAMINOS DE LA FE, VIAJES Y COMIDAS

LA OTRA SEMANA SANTA. FOTO REPORTAJE SOBRE IMÁGENES DE DIVERSAS COSTUMBRES DE VIVENCIAR EL FERIADO LARGO Y SANTO.

Con la Pandemia y las cuarentenas parece incrementarse la tendencia por la cual vamos abandonando los rituales colectivos en la distintas comunidades. Esa transformación ha ido vaciando los símbolos que antes unían a las personas, y han vaciado los lugares que antes eran referencias para la comunidad. Hoy vivimos la Semana Santa mucho más a través de una comunicación con lugares turísticos y con la gastronomía. Es otra manera -llamativa- de vivenciarla y consumirla.

La playa es un lugar de fe, belleza y equidad. Un lugar de carne perfumada y asada al sol. De cuero bañado en sal, a veces purificado de espuma. De piel suave y encendida. De piel e instinto. de piel e inspiración. De piel e inclinación. De piel y libertad. Aunque la libertad es algo cada día más difícil de conseguir. Los Dioses escuchan igual los ruegos en vacaciones o en Semana Santa en la playa?

Las torres de la Iglesia de la Merced en la ciudad de Córdoba miran al cielo. Desde allí se organiza uno de los Vía Crucis más tradicionales en la Semana Santa cordobesa. A ese fenómeno religioso, se le fueron agregando experiencias de mayor masividad alrededor de la ciudad, y versiones barriales alrededor de capillas alejadas del centro ciudadano. Luego de dos años en los que estas procesiones su pusieron entre paréntesis a raíz del Covid-19. Ahora tendrán la oportunidad de un reencuentro en multitud.

La Semana Santa no se anticipa. Pero los 40 días de cuaresma pueden sorprenderte en un marzo agradable en plena Florianópolis. El clima es muy propenso a caminatas y paseos por la ciudad. Especialmente al cabo de su zona antigua, que incluye a la Catedral y edificios que testimonian la espiritualidad de los locales. En el mundo hay más gente que siente que el camino de la vida es más llevadero y puede que llegues realmente a un lugar si crees en algo. Si confías en vos, si tienes fe.

En Semana Santa nadie va a naufragar buscando peces y frutos de mar. De un tiempo a esta parte se han multiplicado la oferta proveniente de agua dulce y agua salada. Del Miércoles de Ceniza al Domingo de Pascua y Resurrección, la vigilia transforma el menú de todos los restaurantes y en la cocina de casa todo se alinea para abordar la preparación de variadas recetas. Así como en la iglesia se huele a incienso, en los hogares se huele a pescado. Afortunadamente, ahora encontramos múltiples variaciones al clásico de Semana Santa: Empanadas de atún y milanesas de Merluza. La cofradía del sabor nos libera de tartas y torrejas para disfrutar de la variedad.

Lo bueno que puede tener la Semana Santa es que dejes de darte atracones de series y, más bien, te la agarres con una degustación de frutos de mar. Y mucho mejor, es que podemos reflexionar sobre la manera en que nos auto explotamos creyendo muchas veces que nos estamos realizando a nosotros mismos. Reflexionar a cerca de si estamos comunicándonos verdaderamente con nuestros semejantes, o simplemente intercambiamos información a través del celular. Bueno, es cerca del mediodía, veremos que placer es posible alrededor de la mesa.

Esta humilde iglesia construida desde la mitad del siglo pasado en el paraje Oratorio de Peralta, es la extensión hasta la actualidad de la primer capilla de la región en los finales del 1600. Después que el conquistador español Blas de Peralta, colega de Jerónimo Luis de Cabrera, recibiera las primeras mercedes de tierra en 1578 a ambas márgenes del Río Segundo. El Oratorio, referencia de estas tierras conocidas también como Guamacha, fue paso obligado del Camino Real, en su itinerario desde Córdoba hacia Santa Fe, al Paraná y al Río de la Plata. Al sur de autopista 19, altura Santiago Temple.

En Semana Santa, cuando no viajas, y la dinámica espiritual te lo permite, echas manos a los amigos como en este caso la Hermandad del Búfalo. Que no es una secta ni un credo distinto al de la amistad y su ritual de lo habitual. En esta camaradería del Búfalo hay cazadores, pescadores y tipos que atrapan esperanzas en medio de la selva y el caos que cubren el presente.

La vida siempre espera por nosotros. Aunque nosotros hayamos decidido no habitar el tiempo, sino más bien consumirlo. Y si es posible, sin interrupciones. Aquí el mar y el muelle aguardan en su lugar a los viajeros de siempre. Para compartir los últimos escarceos de rituales en retirada. La agenda de la espiritualidad y de las emociones se ha modificado. Ya no existe la misma relación con las cosas y los lugares como lo eran antes. Y nadie los echa de menos.

En los alrededores del Mercado Norte de Córdoba, un templo del sabor, se apostan los vendedores de tesoros de la tierra requeridos para la preparación de joyas como una Mero especiado, Surubí a la parrilla con espárragos gratinados, Corvina a la vasca, una Brótola a la romana, una Boga al horno con roquefort, hasta lo osado que puede resultar unos tacos de salmón rosado.

La iglesia de la Semana Santa de mi niñez. Con las cicatrices del tiempo y del olvido en su fachada. En el pueblo, la actividad religiosa, el vía crucis y la comunión paso a celebrarse en el área céntrica de la población. Mientras tanto aquí, al costado de la autopista nacional 19, en lugar de hostias, se puede acceder a hamburguesas y sándwich de milanesa. Bueno, mientras programo un Abadejo a la salsa verde… Felices Pascuas.

Melancólicos Red Hot Chili Peppers

Nuevo disco y John Frusciante en guitarra. La banda vuelve a su esencia funk-rock, pero más melancólica que intensa.

El álbum «Unlimmited Love» es depurado y consistente. Aunque lo disfrutarán realmente quienes vienen a bordo de su tren de 40 años y vagones de éxitos.

Suena Black Summer, y la arquitectura del nuevo tema de los Red Hot Chili Peppers construye referencias instantáneas y simultáneas con éxitos de discos como Californication (1999) o Stadium Arcadium (2006). Suena Here Ever After, en la que una línea rabiosa y obstinada del bajo de Flea es la plataforma para la voz de Antonhy Kiedis que serpentea entre la ondulación funk, un estribillo melódico y un segmento de rap. El tema también con rapidez nos conecta con creaciones de furor consagradas por el grupo dos décadas atrás. Quizá eso constituya el mérito y el demérito de este álbum Unlimmited Love que podría escuchar toda la tarde tomando Margaritas. O toda la noche disfrutando de tequilas y de la guitarra de JF cada vez más melancólica. Pero cada canción me remitiría a uno de los tantos éxitos anteriores.

Podremos decir entonces que esta colección de buenas canciones son hijas de tal o cual suceso anterior. Sin embargo, deberemos apuntalar la idea de un álbum pulido y consistente, en la que resalta Aquatic Mouth Dance, tranquilamente es la hija mayor, la que atesora el mayor linaje de esa estirpe de funk-rap que enarbola el nombre de los Red Hot Chili Peppers. A punto tal que el tema podría forjar una dinastía propia. La banda jamás tuvo la pretensión de ser la abanderada de una revolución musical, por el contrario, la humildad y el desparpajo para crear canciones los llevó a un lugar seguro, y su pericia para hacer fluir un estilo sonoro intenso, salvaje, divertido y sin ataduras, ayudó y motivó sin dudas a forjar una movida sonora radicalizada de mil variantes sobre los ejes funk, rap, metal y rock californiano que ellos fusionaron con talento. A esos elementos, y bajo la vara del productor Rick Rubin, agregaron vientos y magia, para obtener una química que destilaron cuando nadie lo hacía. 30 años después, son ellos los único que hoy defienden esa pócima. Y Aquatic Mouth Dance contiene ese sagrado veneno.

Mientras escucho los 17 temas de Unlimmited Love (por ejemplo Whatchu Thinkin) me viene el recuerdo de la llamativa Sexy Mexican Maid, de Mother Milk (1989) que la escuché en cassette por primera vez.. Y con ejercicio de memoria puedo traer a colación ese extremo Blackeyed Blonde (de Freaky Styley, 1985) en el que la banda podía hacer estremecer los huesos y sacudirte toda tu humanidad estrujando los acordes funk hasta un límite de punk o de trash. Más aún, sin apelar a Give it away, puedo memorizar Mellowship Slinky in B Mayor o Apache Rose Peakock del álbum de 1991, y decir que aquellas composiciones podían ser de más humilde composición, pero tenían embrujo, lívido, corazón y todas las entrañas puestas de manifiesto. Y quizá ahora 30 años después, es difícil poner la misma Sangre, Azúcar, Sexo, Magia.

Siempre será preciso aclarar que los RHCP, y en especialmente su letrista oficial, el cantante Anthony Kiedis, jamás se plantearon debatir con sus canciones una nominación al Pullitzer, o poner en peligro el lugar de Bob Dylan o Leonard Cohen. Siempre recibieron críticas por sus mensajes en las canciones, sin embargo funcionaron muy bien para sus fans que escarbaron profundamente en los textos de la banda hasta encontrar defensas al planeta, estrategias amatorias, citas que glorifican el rock e los 70 y otros orgullos de la vida en libertad en una perspectiva ecológica. No obstante, sus letras o rimas funcionaron para, en su momento, poner arriba de las olas del rock californiano una perspectiva radical. De echo que eso se diluyo en la espuma de otras olas. Pero su huella quedó plasmada. Y quizá aún, con la guitarra de John Frusciante inspirada en cada variación o chorus, todavía las canciones más leves, o tontamente amorosas, pueden cobrar sentido.

Pareciera que si Frusciante toma el control de toda la composición de los RHCP, la batería de Chad Smith encuentra más terminaciones y compases para marcar en golpes culminantes, que el bajo de Flea se florea con mayor rendimiento, y su iluminada guitarra puede alumbrar con solos y coros creaciones como Not the One, The Great Apes o The Heavy Wing.

Como lo dije antes, nadie hoy elige sonar como los RHCP, el contexto de la música es totalmente distinto, sin embargo ellos deciden en 2022 remitirse a sus propia historia, a sus propios ingredientes de sonido y armonía, sin apelar a los arreglos y giros de moda. Esto sin dudas es un gesto valioso para quienes venimos a bordo de su tren de éxitos hace 40 años. Y es altamente factible que los seguidores van a disfrutar realmente de este álbum, antes que un nuevo público. Porque definitivamente, es improbable que me hubiera convertido en atento seguidor de su música si en los 80 o 90 escuchaba por primera vez este álbum. Ni hubiera decidido pasarme tres noche durmiendo en bares en República Checa, para poder asistir en vivo a la presentación de Californication en vivo en Praga.

Sin embargo, con sus referencias y dependencias, Unlimmited Love viene a señalarnos un par de cosas esenciales. Que no es fácil trazar otra épica 40 años después, cuando millones de seguidores ya definieron en canciones por donde pasara tu recuerdo. Que esta nuevas canciones pueden hacernos acordar de aquellos cuatro tipos en cuero forjaron un estilo funk-rock feroz y divertido que todavía pueden defender. Que la banda siga preservando su marca de fábrica e identidad en un mundo extraño. Y, por sobre todo, estas canciones hablan de que si no hubiera existido Red Hot Chili Peppers, deberíamos haberlos creado.

Hermeto Pascoal, milagro de música

A los 85 años, el hechicero brasileño del jazz universal sale de gira mundial, mientras sus discos vuelven a editar y escucharse.

«Vaya y escriba algo creativo», me dice Hermeto Pascoal. «No importa si es a favor o en contra de mi actuación. Me gustaría que escriba lo que mi música le inspiró esta noche». Habíamos terminado una extensa charla, mientras compartimos la cena junto a sus músicos y en la que estaba el organizador y entonces secretario de cultura de la ciudad, Claudio Massetti y amigos. Hermeto Pascoal había realizado un show de extravagante a sublime frente al Cabildo de Córdoba, desplegando un alto grado de lo que ahora le solicitaba al periodista: inspiración.

Aquel concierto en los primeros años noventas, me figura en la memoria como uno de los top ten a los que asistí, junto por ejemplo al de Miles Davis en el Canecó de Río de Janeiro o el de Ravi Coltrane en el Blue Note de Nueva York. Hermeto Pascoal tocó junto a su Grupo en un domingo sin tristezas, porque derramó por toda la plaza San Martín y el centro histórico de la ciudad olas y olas de un jazz libre y una música feliz. Recuerdo que el espectáculo comenzó a la tardecita, y culminó en la noche con las estrellas en su lugar, brillando como diamantes para iluminar a Hemeto Pascoal que hoy a los 84 años continúa siendo un milagro de la música popular. Este veterano y hechicero brasileño acaba de reeditar y liberar varios de sus discos irrepetibles, que se pueden oir y admirar hoy a través de spotify o You Tube Music. Y traigo a colación su actuación en Córdoba frente al Cabildo, porque fue la culminación de un proceso que inició con la misma banda una década atrás en 1981, a través de una actuación memorable estrenando el legendario Hermeto Pascoal e Grupo en el Planetarioo de Gavea, tal el nombre del álbum doble que ahora se puede escuchar como si fuera una música recién compuesta. Y no es el único álbum recuperado. También se puede acceder a las reediciones y remasterizaciones de «Hermeto», grabado en USA en 1970 y producido por Airto Moreira y Flora Pirum, y el mismísimo Hermeto Pascoal & Grupo, de 1982.

La música de Hermeto se sustenta sobre dos verdades de poder. Una de ellas hecha propia y salida de la boca de Miles Davis, con quien compartió un par de temas para el disco «Live/Evil». Durante la conversación Pascoal me recordó aquel encuentro con el trompetista que según él quedó prendado con sus composiciones escuchadas en su casa en Los Angeles, a punto tal que a la medianoche llamó por teléfono a su representante discográfico diciéndole «tenés que venir a escuchar los temas de un albino loco que vino de Brasil». Esa primer verdad es que el mayor capital de un músico es su sonido. Y vaya si el sonido de Hermeto Pascoal es original, personalísimo y definitorio. Ese sonido no sólo que lo estableció haciendo instrumentos caseros que le aportaba una sonoridad distinta, inédita y singular, sino también a través de sus fraseos, que evocan y se construyen a partir de las dinámicas de la voz humana y los sonidos que emanan de la naturaleza. Y aquí nos ponemos en el umbral de la otra verdad capital de la obra de Hermeto Pascoal, que no es otra que sostener la idea y certeza de que todo es música.

La convicción y el credo de que «todo es música», no sólo que le ha permitido elaborar su repertorio con expresiones de animales, edificando armonías montadas -por ejemplo- sobre la narración de un relator de fútbol, sino también tomar a la vida misma y la realidad como una vibración en constante mutación y cambio y a la que se puede capturar e interpretarla musicalmente. Es así como su concierto en el Planetario de Gavea inaugura una etapa distinta a la desplegada en los 70 igualmente de fulminante éxito y creación. De esa forma sus interpretaciones tiene una cara y cruz a la manera de una moneda de máximo valor. Por un lado se desenvuelve como una expresión brillante de la naturaleza, con sus caos y armonías. Por el otro, se desenvuelve desde una perspectiva cósmica, a la manera de un viaje a las estrellas.

Un acercamiento a los temas de Hermeto Pascoal en el Planetario de Gavea, por ejemplo Samba de Belaqua, Voy pra Lá e pra Cáe, Era Pra Ser e Nao Foi, nos muestra cómo su música se fue enriqueciendo y transformando constantemente. Y diferenciándose de la obra de los 70. Siempre sobre una plataforma de ritmos folklóricos, especialmente los de su tierra -el estado de Alagoas- como es el forró -y en otra menor medida el choro o el frevo- el creador brasileño establece fraseos definitorios, con acordes alargados, destilación de disonancias, marcas y cambios de ritmos, poliritmias, pasajes de música concreta, música del Siglo XX, envuelto en celofanes de música experimental y tratamiento jazzístico libre -y si se quiere lo puntualizamos con el concepto free jazz-, todo esa semejante construcción realizada con la maestría y el genio de este «Hechicero» para que siempre suene sencilla, feliz, y jamás pesada o álgida. Temas como Paz, Amor y Esperanza (una versión de 30 minutos) o Jegue, son tan complejos como deleitables.

Además de los elogios interminables para sus composiciones, el Grupo que compone su banda merece también una alta consideración. La formación de instrumentistas que debuta con este álbum es la que lo va a acompañar por más de una década hasta el paso por Córdoba que ahora también recordamos. Junto a Hermeto Pascoal en piano, armonio, acordeón, saxo soprano, tenor, flauta e instrumentos exóticos (como esa pavas o cuernos que construyó a manera de aerófonos), están el del saxofonista y flautista Carlos Malta, dos bateristas, Zé Eduardo Nazário y Marcio Bahia. Nazário, de São Paulo, que ya había tocado con Hermeto a mediados de los 70 (así como con Milton Nascimento, Egberto Gismonti y Toninho Horta). El prestigioso Jovino Santos Neto estaba en teclados, piano y órgano, Itiberê Zwarg (que aún permanece en la banda de Hermeto) en bajo y el percusionista pernambucano conocido precisamente como Pernambuco. Con ellos, me contaba Hermeto, se ensayaba varias horas por día durante los siete días de la semana para que una música complejamente intrincada y exigente sonara siempre fresca y estrenada como la primera vez.

Si nos desplazamos del álbum «Hermeto Pascoal en el Planetario de Gavea» (1981 – 2022) hacia la otra reedición, «Hermeto», grabado y editado en 1970, vamos a tener una panorama exquisito de la música del genio brasileño. Esa riquísima y basta producción atesara música salvaje y finamente pulcra en forma concatenada con tremenda fluidez. Se podría compararla con las composiciones de jazz-rock de Weather Report o de Frank Zappa, pero las de Pascoal ofrecen un alto porcentaje de originalidad y extravagancia. Incluso comicidad y altísima elaboración. Pero si nos ubicamos más precisamente en «Hermeto», grabado en USA a instancias de Airto Moreira y Flora Pirum, ex compañeros en el brasileño y vanguardista Cuarteto Novo que integraron al final de los 60, podremos disfrutar de una obra más comprendida en la música de jazz norteamericano, pero con la impronta inigualable de Hermeto Pascoal.

Al referirnos a «Hermeto», podemos hablar más sencillamente de un disco soberbio de jazz fusión, producido por el percusionista Airto Moreira en el momento que las composiciones de Pascoal generaban en boca de Miles Davis aseveraciones como «el músico más impresionante del mundo», respecto de la música del brasileño. Este disco que se reeditó hace 15 días cuenta con la participación de una pila de instrumentistas norteamericanos, nómina de la que se destacan el batería Chester Thompson y el bajista Alphonso Johnson, a los que sumamos a la cantante Flora Pirum, de quienes la versión de Guizos (bells), es sencillamente una maravilla de creación de la inspiración humana, digamos, de la mente cósmica de Hermeto Pascoal. Aquí, además de las tradiciones, los códigos de la big-band de jazz, las atonalidades y fragmentos incidentales, aparecen corporizadas el misterio y distintos sensaciones humanas corporizadas en sonidos y una colorida paleta de armonías como si fuera música película. Para sentarse a escuchar.

Si bien el jazz y la fusión tremenda y potente del polinstrumentista y brujo brasileño es a todas luces una música universal, se podría decir que la reciente reedición de «Hermeto Pascoal & Grupo, lanzado inicialmente en 1982 -y reeditado esta semana-, es uno de los más folklóricos o tradicionales. Empieza con ritmos rurales de cuerdas y flauta, contraponiéndose a mucha obra suya que desde los años 70 construye vanguardia. Obviamente se trata de expresiones que contemplan el folklore atravesado de punta a punta por música serial, repeticiones casi con celo minimalista, atonalidades y otras vanguardias. – En temas como Sorrindo, o la llamativa Magimani Sage, incluso la tremenda creación de Lá na casa da madame eu vi, se puede apreciar como los sonidos de su entorno, más tarde se fueron convirtiendo en el uso musical de patrones de sonido no convencionales que le aportaron originalidad a su monumental repertorio.

Nacido el 22 de junio de 1936 en Lagoa da Canoa, una zona rural en el estado de Alagoas, en el noreste de Brasil, el albinismo de Pascoal hizo que no pudiera trabajar en el campo junto a su familia. Y esos problemas con su visión determinaron que no pudiera continuar con la educación tradicional, por lo que debió abandonar en cuarto grado. A partir de allí su padre le enseñó a tocar el acordeón, y no paró con la música hasta el presente, donde a los 85 años se apresta a realizar otra gira por Europa, iniciando el tour en mayo próximo en el Reino Unido. Seguramente esa problemática en la vista, y su profundo contacto con la naturaleza, cimentó las bases para una visión musical única, para imaginar universos sonoros inéditos y permitirle a través de seis décadas hacer fluir las creaciones artísticas desde sus interior como la irrupción de un manantial de música. Un milagro de música universal que sigue y seguirá vivo para el placer del inmenso resto de los mortales.

Todos estos discos que van de 1970 y cubren la década los 80, expresan claramente el pensamiento y los propósitos de Hermeto Pascoal en el arte y en la música popular. A través de sus creaciones sonoras ha situado con nitidez el lugar en donde se encontraban los movimientos experimentales, las vanguardias y todo el jazz en perspectiva. A la vez, en sus temas expuso muy claramente desde ese lugar a dónde pretendía llegar. No hay duda de que llegó lejos. Y aún hoy, parece inalcanzable.

Memoria y regreso sobre Malvinas

Nuestra soberanía se construye día a día con educación, libertad, república, convenciendo al mundo de nuestros derechos.

Las imágenes de destrucción y barbarie que llegan desde Ucrania nos ponen frente a otra tragedia humanitaria, justo cuando recordamos los 40 años transcurridos de la guerra de Malvinas. Y mientras las Islas nos parecen lejos,, aquel y este horror humano -los combates en el Atlántico sur y la actual invasión rusa- la causa Malvinas recibe vientos y olas de dificultad y olvido. Y si sumamos la nueva geopolítica de los negocios, hoy nos resulta más difícil volver a Malvinas.

Deberemos regresar a la mesa de negociaciones por las islas, y para eso seguramente deberemos convencer al mundo, y a nuestros hijos, que podemos hacer de Argentina un gran país. Con el mar y las islas incluidas en ese sueño. Sueño que se proyecta en realidad a través de la educación y construyendo diariamente la memoria, la república, la libertad, la soberanía,

Mientras tanto, tenemos que abrigar la memoria en los jóvenes y niños, arropando la recordación de nuestra soberanía en el crudo invierno de la indiferencia. Y sentir que los huesos y las almas de los chicos que quedaron en las islas abonando esa parte del suelo argentino, sean la estrella que guíe nuestro retorno a Malvinas. Con la madurez de nosotros como una gran nación.